“Siempre imaginé que su vida no iba a ser muy larga, pero no me esperaba el final ahora, así y por este virus”, dice entre lágrimas Claudia, la mamá de Lara Arreguiz, quien a sus 22 años murió de coronavirus, tras recibir una atención deficiente en distintos centros de salud de la capital provincial. La joven era insulinodependiente desde los 10.

Su muerte temprana provocó conmoción e indignación en la sociedad. Lara debió aguardar acostada en el piso por una cama de internación, a pesar de que su estado de salud era delicado. Por eso, la historia de la joven se viralizó con rapidez por todo el país. “Lo que más me duele es todo lo que tuvo que pasar, desde una espera de horas y horas con oxígeno, hasta estar sola en una habitación” declaró Claudia, su mamá.

La conmoción fue mayor entre aquellos que se cruzaron en su vida con Lara, como la comunidad de la Escuela Fátima, donde la joven concurrió desde sus tres años. Una de sus profesoras, Rosario Caminos, le dedicó una emotiva carta de despedida: “Te despido con la promesa de seguir luchando contra las muchas formas de injusticia y te pido tu paz para seguir adelante con la vida”, escribió.

“Te conocí enojada y rebelde, sin ganas de querer a nadie más. Lo descubrí después de unas entregas en blanco y de ablandar el silencio con diálogo, la única manera posible”, empiezan los párrafos que su profesora de Lengua dejó en su cuenta de Instagram. Y completó: “Te fui entendiendo: estabas enojada por la partida de un amigo, no te resignabas a que lo bueno pudiera morir. Lo sentías como injusticia; eras así, las injusticias te podían”.

Luego, Rosario continuó con sus palabras para Lara: “Pronto fui amiga de tu profunda sensibilidad, tus reflexiones escritas, tu voz, tan dulce. Me regalaste uno de los primeros milagros de los que tengo registro en mi vida de profe: la transformación de un rostro apático por sonrisa, por encuentro enriquecedor”.

“Tus ojos van a brillar siempre para mí, tu voz me la guardo en el corazón y no la suelto más (pronunciás las eses como viboritas, qué loco, con lo que te encantan)”, sigue la carta. Y culmina: “Te despido con la promesa de seguir luchando contra las muchas formas de injusticia y te pido tu paz para seguir adelante con la vida, escuchando a los que vienen, cada quien con su historia. Fusite un desafío, Larita. Fuiste un inmenso regalo. Tu profe de Lengua, que te quiere siempre”.