Es absolutamente cierto que la marcha de protesta docente a Plaza de Mayo fue gigantesca. Y que miles de maestros ganan mucho menos de lo que merecen y necesitan. Eso está fuera de discusión.
Pero el boletín de calificaciones de la educación argentina es un verdadero desastre. Está lleno de aplazos que demuestran el fracaso del instrumento más importante para lograr una sociedad igualitaria. Supimos ser vanguardia educativa, ejemplo en el mundo y hoy somos retaguardia, ejemplo de lo que no se debe hacer.
Tenemos el calendario escolar para chicos que van a escuelas estatales más corto del planeta. ¿Escuchó bien? Nuestros hijos son los que menos días y horas de clase tienen. Los que padecen feriados extra large o ausentismo feroz entre docentes y también entre alumnos y paros que baten todos los records. No existen antecedentes de gremios docentes que hagan tantos días de huelga. Ciento diez en diez años. En el Ecuador de Rafael Correa, presidente bolivariano al que admiran los Baradel y compañía, está prohibido que los sindicatos docentes protesten con un paro que deje sin clases a los chicos. En Cuba ni hablar. No hay paros en ninguna actividad y menos en la educación que es muy superior a la nuestra. Por eso nuestro sistema educativo, ya no incluye ni integra, a los sectores más humildes. Todo lo contrario. Los excluye y los desintegra. Los obliga a soportar que la brecha entre los que van a escuelas privadas se amplíe ferozmente con los que van a escuelas estatales. En lugar de igualar con el milagro de la educación pública tanto sabotaje potencia las desigualdades y expulsa a los chicos hacia los colegios privados. Un verdadero despropósito.
Los resultados del plan Aprender 2016 confirman la hecatombe. El dolor expresado por el presidente Macri y los datos que ofreció el ministro Esteban Bullrich son demoledores. Desesperanzadores, diría. Le doy algunos datos duros.
La mitad de los chicos no comprenden textos ni logran resolver cálculos matemáticos simples. Estamos fabricando burros o chicos que no están capacitados para entrar en el mundo laboral.
El plan Maestro que anunciaron puede ser la viga maestra para edificar una nueva educación para los tiempos que vienen. Con excelencia y tecnología, con vocación y profesores bilingües, con la epopeya de parir una generación de argentinos que nos ayude a salir del pozo y nos siga generando prestigio internacional.
Lo que más me gusta es que el plan para salir de este pantano tiene 108 objetivos a largo plazo pero no está cerrado. Es como un cuenco básico para que todos los sectores políticos lo llenen con sus propuestas y salga un proyecto de todos, una gesta de estado y no la iniciativa de un gobierno. En esto debemos estar todos unidos. Los del Pro y los trotskistas, los radicales y los peronistas, los oficialistas y los opositores. ¿O hay algún grupo político que no quiera mejorar la calidad educativa de esos 3.300 colegios que más dificultades tienen y que mayor atención y ayuda necesitan? En esto si: todos unidos triunfaremos.
Todo el arco plural de la política pero articulado con los gremios y los docentes, con los alumnos, con las empresas y, por supuesto con las familias y la sociedad civil que tiene que dejar de mirar para otro lado.
¿Quién se puede negar a que los docentes se capaciten y adquieran destrezas en informática e idiomas? Y que transmitan eso a sus alumnos. ¿Quién se puede negar a abrir los miles de jardines para la educación inicial que faltan? ¿Quién se puede negar a combatir el ausentismo y la repitencia?
Hay que revolucionar la educación. No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados distintos. Esa es la definición de la locura de Albert Einstein.
Un dato duro: durante el kirchnerismo se fueron 433 mil alumnos de la escuela primaria pública y se sumaron 265 mil a las escuelas privadas.
Todos queremos que los maestros ganen mucho más. Por supuesto. Estoy seguro que no es posible mejorar la educación con docentes mal pagos. Pero tampoco se puede capacitar a nuestros chicos con paros a cada rato y por cualquier cosa. Un paro docente tiene que obligar a reflexionar mucho tiempo antes de ser decretado. Porque 12 millones de alumnos en general y los más pobres en particular, son los más perjudicados. No se puede tomar a los chicos como botín de guerra. Cada vez hay más deserción. El chico que abandona la escuela empieza una carrera hacia el delito.
Estamos tocando fondo educativamente. Le doy los datos más brutales y preocupantes de la herencia kirchnernista de la cual Baradel y Hugo Yasky y varios de sus compañeros fueron partícipes necesarios.
Más del 50% de jóvenes que entran en secundario no lo logran terminar en tiempo y forma. Y de los que van a la universidad solo se reciben 20 de cada 100.
Argentina es el país con mayor ausentismo de alumnos de los 65 países medidos. Y sospecho que entre los docentes pasa lo mismo.
¿Se da cuenta? Estamos consolidando un país cada vez más fracturado y desigual. Más pobreza, más exclusión social, más penetración de los narcos y menos futuro. La falta de educación es la madre de todos los problemas, pero que además, se puede convertir en la madre de todas las soluciones.
Ya es hora de combatir ese fracaso educativo de esta década aplazada. Ese es un agujero negro en el futuro del país y debemos resolverlo cuanto antes. No es ninguna novedad que nuestros mejores años fueron los mejores años de la educación argentina. Tenemos 5 premios Nobel, tres de ellos en ciencias y que Brasil, por ejemplo, no tiene ninguno.
Fuimos ejemplo en el mundo. Cuando los maestros y los profesores empezaron a perder prestigio social, o el respeto de los gobernantes, o fueron manipulados por dirigentes sin escrúpulos, la Argentina se vino a pique. Hay que volver a poner de pie a los maestros para que se conviertan en pilares del país que viene. De un país donde un joven tenga más posibilidades de estar en clases o en el trabajo que robando o en la cárcel. Ya en su época, Sarmiento decía que si no se educa a la gente por una razón de estricta justicia, por lo menos, se la debería educar por miedo. Es casi un teorema: lo que se dilapida en educación se multiplica en inseguridad. Un ex ministro dijo que mantener a un chico preso un año en un instituto es más caro que pagar los 13 años de escolaridad
No hay debate ni desafío más importante. Nuestro sueño colectivo debe ser el de iluminar tanta oscuridad. Convertirnos en predicadores de la civilización contra la barbarie. Hay mucho por hacer. Construir el mismo amor por la libertad que por la ley. Que sean dos caras de la misma moneda. La educación debe ser prioridad nacional. Todos los derechos a los más necesitados y todas las obligaciones también. Para sembrar ciudadanía y recoger una mejor democracia. Por la deserción cero. Más todavía, por la ignorancia cero. Es por nuestros hijos que es una forma diferente de nombrar a la patria que viene. Albert Einstein dijo: “Si la educación les parece cara, prueben con la ignorancia”. Don José de San Martín decía que la educación era el ejército más poderoso para pelear por nuestra soberanía. Por lo tanto se necesita una revolución educativa con los docentes como abanderados y los padres como escolta. Es por nuestros hijos que es una forma diferente de nombrar a la patria que viene. Ese color blanco de los guardapolvos es el color de la esperanza.