“Seré el próximo gobernador, aunque me expulsen del partido”, había dicho en febrero Adolfo Rodríguez Saá anticipándose a los movimientos de su hermano Alberto. Es que el próximo paso se caía de maduro: militantes de los espacios del gobernador y del senador se habían cruzado a golpes en la sede provincial del PJ. “Mi hermano ejerció violencia física y psicológica”, lo denunció ese día el hombre que forma parte de la Cámara alta pero que quiere volver a la gobernación.

La lucha de poder terminó como se preveía: el lunes, en conferencia de prensa, revelaron que Adolfo, junto a una decena de dirigentes, fueron desafiliados del PJ. El argumento: “formar parte de una fuerza partidaria ajena al justicialismo”. Los albertistas creen que están avalados por la carta orgánica.

Los rumores de que sería desafilado habían comenzado a aparecer días antes. Pero nadie se animaba a aventurarse: en San Luis cualquier cosa puede pasar.  El día que Adolfo anticipó la jugada, le lanzó un desafío a su hermano: “¿Cuál es el problema? ¿Tiene miedo a dejar el poder?”, preguntó mirando a cámara. Aunque no lo confirmó, ahora podría ir a la elección por su partido “Juntos por la Gente”, y enfrentarse a su hermano cara a cara.

Mientras tanto, las locuras de los Rodríguez Saá monopolizan los medios y la opinión pública. Y la oposición, Unidos por San Luis -el representante local de Cambiemos- se tiene que conformar con mirar desde afuera la serie de scketch que protagonizan los dueños del poder.